Barrancas de Burujon 14

El 1er viaje, Las Barrancas de Burujón

"Este fue el primero de nuestros viajes, que marco sin duda el comienzo del camino, porque todo fue completamente nuevo para nosotros"

Beatriz recibió un mensaje que le decía que teníamos que ir al Cañón del Colorado y ella dijo: «muy bien, ¿cómo? y ¿cuándo?, eso requiere un gasto importante y varios días de viaje, pues el Cañón del Colorado que es conocido mundiálmente está en Estados Unidos. Miles de kilómetros nos separan de aquel gigante rojo que se encuentra al otro lado del mundo». Pero ella recibía además la palabra Burujón, no teníamos ni idea que era eso, pensábamos que a lo sumo sería algún sector concreto del Cañón del Colorado. Teníamos que descifrar de que se trataba aquella palabra.

Así empezó la búsqueda; el mejor lugar para estas cosas es siempre internet y allí estaba: Las Barrancas de Burujón, el Cañón del Colorado español, con la misma imagen que habíamos recibido. Burujón es un pueblo de la provincia de Toledo donde la erosión del viento y el río Tajo han producido unas barrancas de tierra roja que se parecen al Cañón del Colorado, un paisaje realmente desconocido incluso para los españoles, y nosotros que vivimos muy cerca en Madrid era la primera vez que oíamos hablar sobre aquel lugar, así que lo preparamos todo para ir al siguiente domingo.

Nos levantamos muy temprano ese día, con una mezcla de impaciencia, ilusión y deseosos por ver que sucedería una vez que llegásemos a nuestro destino. Emprendimos el viaje a Burujón con el corazón alegre, en el camino nos enteramos a través de Beatriz que nos iban a subir a la vibración necesaria para poder manejar todos los Iluminadores con los que íbamos a trabajar, ella ya estaba en esa frecuencia, pero la iban a reajustar. Nos quedamos un poco alucinados, pero ahí estábamos, sin miedo y confiando en los Maestros.

Llegamos por fin al medio día, hacia un calor abrasador, pero la verdad es que el paisaje era impresionante. Había una serie de miradores sobre el río y cortados de tierra de unos 60 metros, la tierra roja y reseca, todo esto le daba a aquel paraje un tono semidesértico contrastando con el rió y todas las tierras que habían a lo lejos. Dejamos el coche al principio del recorrido y fuimos paseando por los miradores que había en el camino, en medio del silencio, ya que nos cruzamos apenas con un puñado de personas.

Caminábamos esperando alguna señal o indicación que nos dijera cuál sería el lugar especial donde recibiríamos ese gran regalo, así llegamos al final del recorrido, donde una valla y unos alambrados marcaban el comienzo de otros campos, pero un poco antes había una vereda en pendiente, hacia abajo, que se acercaba al agua. Decidimos bajar por allí y llegar lo más cerca posible al agua, en el camino de bajada, Beatriz recibió la indicación de que ese era el lugar.

Con toda la ilusión del mundo, sonriendo, formamos un círculo y nos cogimos de las manos, cerramos los ojos y con nuestro corazón abierto y expectante, nos dejamos llevar por la energía que estábamos recibiendo.

La emoción que sentíamos era indescriptible (hay que decirle a los señores de la Real Academia de la Lengua, que inventen palabras para describir estas emociones, no hay aún vocabulario para expresar todo aquello), sentir como el cuerpo se llenaba de energía. En un momento juntamos las cabezas y con los ojos cerrados empezaron a aparecer luces azules, hasta que todo se hizo de ese color, un azul luminoso, maravilloso. Tras esto, nos volvimos a separar y notamos como nuestros cuerpos se hacían livianos, como si alguien nos tomara de la cabeza y nos fuese elevando hasta sentir casi como si levitásemos. En ese momento tuvimos una sensación de paz y armonía increíbles…

Notamos como nuestros cuerpos se hacían livianos, como si alguien nos tomara de la cabeza y nos fuese elevando hasta sentir casi como si levitásemos. En ese momento tuvimos una sensación de paz y armonía increíbles…

Alzamos las manos al cielo y las unimos sosteniendo los tres el cristal puro de los Iluminadores.

Beatriz comenzó a describir lo que veía: «un espiral, un vórtice de luz y amor divino que conecta con la fuente» Ese espiral bajaba a través de nosotros uniéndonos profundamente con la tierra, creando cristales etéricos en todo el entorno, llevando la energía del lugar a su vibración y luz óptima. Al final el cristal quedo lleno de esta energía y lo lanzamos hacia el rió.

Nos explicaron después, que este proceso creaba un vórtice etérico que aumentaba enormemente la vibración del lugar, y que otras personas pueden beneficiarse de su influencia. Este era el primero de los cristales que dejaríamos en cada uno de los puntos a donde nos llevasen para anclar en Gaia esta maravillosa energía de luz de los planos superiores.

Volvimos a subir, por el árido y seco camino, nuestro cuerpo era como una pluma, el calor ya no nos molestaba, teníamos todos los ojos relucientes y brillantes. De la nada apareció una preciosa mariposa blanca, allí en medio de la nada, donde no había flores, solo pasto seco y amarillento. Tampoco había otras mariposas, solo aquella blanca mariposa que nos acompañó un trecho bastante largo del camino (las mariposas son un símbolo del alma y van a ser nuestras compañeras en este singular camino que hemos emprendido).

En mi memoria quedó todo aquello como el comienzo de las experiencias increíbles y maravillosas que empezarían a pasar en todos y cada uno de los viajes siguientes. Seguros de que estábamos cumpliendo una tarea que no solo nos cambiaría profundamente, si no de que con nuestras acciones, estamos ayudando a la madre tierra a sanar y ascender para que todas las personas se llenen de luz.

Si nos damos cuenta, la vida está llena de señales y/o milagros que ocurren todos los días a cada momento que nos ayudan a mantenernos en el camino que hemos planeado.

Acabamos el recorrido bailando y riéndonos, habíamos recibido una ración increíble de energía, nos sentíamos en paz.

Os recomendamos una visita a Las Barrancas de Burujón, un paisaje distinto, un lugar muy energético para dejaros llevar por vuestras sensaciones y emociones.

¡Nosotros volveremos!

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